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Prefacio

Un niño de 12 años vuelve del colegio. El piensa en su cachorrito marrón, y sobre lo que ha dicho su admirado y respetado padre, gran criador francés de epagneul breton:
“¿Por qué tengo que perder mi tiempo con este cachorro?”

“No, ese cachorrito no está loco, ni es un inútil como él ha oído a menudo. Es simplemente, diferente, sensible.
El niño intenta comprender por qué algunos cachorros no obedecen como quiere su padre: ¡Debe haber una razón! La prueba: hace meses que le questions inquiètes, son père répond de façon abrupte : « Je n’allais pas perdre mon temps avec ces tocards ! » estoy dedicando tiempo a ese cachorro, y va haciendo progresos. Los mayores no siempre se toman su debido tiempo para comprender a los pequeños… Sin embargo, ¡entre pequeños, nos comprendemos!”

Él está meditabundo cuando llega a casa. Su padre lo llama: “¡Ven, vamos de caza!” ¡El niño recobra la sonrisa en ese momento de felicidad, que comparte cada vez que vuelve del colegio en esa época del año! El tiempo de soltar su cartera, y correr a buscar a su padre. Sin embargo, a la vuelta él ya no ve a su cachorro en la perrera, ni tampoco a los otros que también fueron considerados como inútiles… A sus preguntas de preocupación, su padre le responde de manera brusca: “¡No podía perder mi tiempo con esos chuchos! “

El niño -con el corazón roto por lo sucedido- fue invadido por un sentimiento de enorme injusticia. Ya nada volvería a ser como antes. Ese acontecimiento alimentará -durante mucho tiempo- su determinación de tener siempre en cuenta, las cualidades de cada perro de los que criará más adelante.

Vendrán otros momentos que serán determinantes en su vida, como “la revelación” o “el detonante”, y que podremos encontrar narrados en este apasionante libro.

El niño, una vez convertido en hombre, va a poner en cuestión la noción que se tenía del criador-adiestrador, que a base de adiestramiento convierte a los perros en unos seres obedientes y condicionados. Para él, lo que cuenta es el pleno desarrollo de los perros de caza. Ya no es cuestión de convertirlos en robots que respondan directamente a unas órdenes. Los perros son animales sensibles, inteligentes, que darán lo mejor de sí mismos para su dueño; si éste sabe comprenderlos.

El niño se llama Patrick Morin, hoy tiene 60 años, y continua consagrando su vida en conseguir que haya una relación feliz entre los perros y sus “futuros padres adoptivos”, -término más adecuado que la palabra dueño- según la filosofía del que se considera como su “padre natural”.

En la actualidad, su criadero de epagneul breton de Keranlouan es conocido en el mundo entero. Es el resultado de la culminación de un trabajo incansable basado en la educación de los perros, y también, en la de sus felices propietarios. Este libro es el testimonio, ¿podrá además seguir contribuyendo a ello?

Patrice Eyrolles